Cayó en mis manos el libro de uno de los pocos investigadores sobre el lunfardo actual, Marcelo Oliveri, y oh sorpresa, me encontré con frases como ésta: “Analizando el lenguaje o el ‘lunfardo’ callejero son pocas las palabras que tienen una etimología o un origen definido. La mayor parte de esas expresiones hasta en algunos casos resultan groseras y caen en los lugares más bajos y comunes. Pertenecen al mundo marginal y promiscuo.”
Lo primero que percibo es que el autor no puede evitar emitir juicios de valor sobre este fenómeno del habla. ¿Por qué afirma que la mayor parte del lunfardo actual pertenece a la marginalidad si podemos escuchar expresiones como “estar sacado”, “hasta las manos”, “merca”, “birra”, de manera extendida en muchos sectores de la sociedad?
Cada vez que pienso en el lunfardo, pienso en la irrefrenable creatividad y ocurrencia de los hablantes.
Prosigue Oliveri: “Conjuntos como Viejas Locas, Intoxicados, 2 Minutos, La Renga, Almafuerte, Los Piojos, Los Gardelitos, Sumo y hasta el mismísimo Charly García incluyen en sus letras estos términos que los jóvenes sin darse cuenta incorporan a su empobrecido vocabulario”.
¿Para qué hablar de “empobrecido vocabulario”? ¿Por qué no mejor, en lugar de juzgar, reflexionamos sobre el fenómeno y su carácter colectivo?
Continuando con el tono reaccionario, Oliveri remata: “Hoy por hoy nos guste o no, así se está hablando en la calle y así entran estas palabras a nuestros hogares. La televisión e Internet son los principales maestros que están educando a nuestros jóvenes. Antes un chico que se la pasaba jugando en la calle y era travieso le decían los adultos como insulto que eran hijos de la calle. Hoy antes de ser hijos de la calle son hijos de la televisión e Internet.”
Él plantea una actitud muy pasiva del hablante, como si escucháramos “flashear” en televisión y lo repitiéramos, y así con otros términos. Los hablantes reinventamos, redefinimos, modificamos los sentidos. El viejo esquema de emisor activo y receptor pasivo ya se superó hace tiempo.
Teniendo en cuenta que el autor es un académico de número de la Academia Porteña del Lunfardo, me pregunto sobre el curso de las investigaciones actuales, y, honestamente, le agradezco a Oliveri porque esta lectura me alerta sobre la necesidad de otras miradas, no condenatorias sino reflexivas, por parte de personas que nos comunicamos más allá de la lista de términos que nos propone la Real Academia.
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