Pasen y vean: un laberinto con corazones multicolores, vudúes, aplastados, en sombras, que rocían perfume, que se esfuman.
Hoy:
“NO QUIERO OTRO”, de Horacio Ferrer y Ástor Piazzolla, canta Amelita Baltar
¿Existe un ejemplo más perfecto de íntima relación entre alguien y su corazón? Complicidad, contradicciones, la fatalidad de la despedida. La idea del corazón como un ente independiente de uno (“Tuvo luchas misteriosas/ que jamás habló conmigo”), y al mismo tiempo la imposibilidad de reemplazar ese espacio vacío.
El poeta le da voz a su propio corazón; la única palabra que pronuncia es “chau”, tan simple y fatal como “chau”, y una vez más, la genialidad de Ferrer de no haber elegido “adiós”, por ejemplo. Creo que siempre encuentra ese punto exacto de no forzar el lenguaje y aportar del más profundo contenido filosófico.
El poeta escribe su propio discurso fúnebre, y resalta el compromiso que exige la existencia:
“que he vivido solamente,
cada vez que le hice caso”
Creo que el corazón no está planteado como sinónimo de sentimientos vs la cabeza como representante de lo racional. Pareciera que es un complejo de intuición, decisiones, humores. Y la falta de diplomacia y el hecho de ser incorrecto políticamente lo humaniza.
“Mal con dios y con el diablo
se me queda al fin de cuentas;
pero queda, así lo creo,
mano a mano con el hombre.”
Horacio Ferrer siempre va un paso más allá, trasciende las representaciones convencionales del corazón y habla de arterias, electrocardiogramas, venas. Lo hace visualizable, real, le da voz y libertad de decisión.
Pero por sobre todas las cosas, el corazón desea: “Que el quería dedicarse/ por entero a ser asfalto”. Y es el deseo y es la calle lo que posibilita otros futuros.
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